Search
Close this search box.

Plant Alabama

¿Cómo definimos una plantaciòn de iglesia exitosa?

Cuando miramos el mundo de la iglesia en EE.UU. es fácil caer en comparaciones.  “Esta iglesia tiene 5 años y ya tiene dos campus y una asistencia semanal de tantos”. “Esta otra iglesia se plantó y solo llegó a tener 150 asistentes por tal o cual periodo de tiempo hasta…”. En las zonas urbanas de EE.UU. se hace un gran esfuerzo para llegar a ver iglesias grandes e influyentes, como la iglesia Redeemer en Nueva York  o  Capitol Hill Baptist Church, en Washington DC.  Las comparaciones terrenales son las asesinas del diseño celestial. 

Para que una plantación de iglesia tenga éxito se necesitan varios ingredientes clave, pero primeramente y ante todo, debe haber un llamado de Dios hacia aquellos hombres y mujeres comprometidos a sembrar el Evangelio en una comunidad, con el fin de que Cristo edifique Su Iglesia para Su gloria. Plantamos iglesias para llegar a ver el poder de Dios penetrando e impactando una comunidad por medio del Evangelio hasta el punto en que ya no volverá a ser la misma; de hecho, la gente pasará a ser parte de una nueva familia: la iglesia.  La iglesia está hecha de discípulos que viven en una comunidad local y han sido llamados a hacer un pacto que consiste en llevar a la práctica todos los “unos a los otros” del Nuevo Testamento, crecer en el amor a Dios y al prójimo, y cumplir la Gran Comisión de Cristo. La plantación de iglesias consiste en un acto de Dios por el que Él llama a un plantador de iglesia y a su equipo con el fin de usarlos para Su gloria en la tarea de edificar la Iglesia de Cristo en una comunidad determinada. 

Debemos recordar que somos vasos que Dios está usando. No se trata de nosotros.

“Dios no existe para engrandecerte a ti. Dios existe para engrandecerse a Sí mismo” -Max Lucado

Plantar iglesias es un emprendimiento santo en manos de Dios para la edificación de Su Iglesia.  Generalmente, debemos preguntarnos:

  • ¿Cuál es el plan de Dios para Su Iglesia en una comunidad dada?  
  • ¿Cómo nos está llamando Dios a involucrarnos, servir y ver la iglesia que vamos a plantar? 
  • ¿Cuál es el costo que tendrán que pagar el plantador y su equipo para responder a ese llamado? 
  • ¿Quiénes son los socios que Dios te ha dado para llevar a cabo esta aventura en Su Reino?

Desde la perspectiva del Señor, el plantador exitoso es aquel siervo obediente que comunica audazmente la esperanza del Evangelio en una comunidad dada, tanto con acciones como con palabras.  En Juan 4, leemos que Cristo tomó la decisión de ir a la fuente de Sicar para encontrarse con una mujer que Dios había elegido como vaso para alcanzar a una comunidad con las Buenas Nuevas del Mesías. Ciertamente, esta fue una acción inesperada para los discípulos; sin embargo, Jesús la usó para mostrar la misericordia de Dios y su poder para transformar vidas. Cristo fue a la fuente y tuvo una conversación con la mujer samaritana

 “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed—respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.”

Jesús usó la fuente y Su sed de agua física como puente para sacar el tema concerniente al alma de la mujer y la necesidad de vida eterna que ella tenía.  Para que la gente se salve y sea transformada es necesario sembrar el Evangelio. Las tradiciones de la iglesia y los servicios grandiosos no cambian vidas, sólo el Evangelio de Jesucristo lo hace; por lo tanto, el Evangelio debe ser el fundamento de la plantación de tu iglesia. Debemos preguntarnos regularmente:  

  • ¿Cómo estamos viviendo el Evangelio en nuestras propias vidas?
  • ¿Quiénes están experimentando y siendo alcanzados por nuestra predicación del Evangelio?  
  • ¿Con cuántas personas hemos iniciado una conversación sobre el Evangelio esta semana?  
  • ¿Cuántos están respondiendo al Evangelio que estamos predicando?

     

Una vez que el Evangelio se ha plantado, el pastor y su equipo de creyentes deben comprometerse diligentemente con la tarea de discipular a los nuevos creyentes dentro de su contexto y cultura. Vemos que después de la conversión de la mujer en el pozo, Jesús se quedó 2 días en la aldea para enseñar acerca de Su reino. Dedicar tiempo a construir relaciones que salen de la siembra del Evangelio se traducirá en un fiel seguimiento. El discipulado no es una clase o programa, es una relación personal transformadora por la cual nosotros, que somos creyentes más maduros, entrenamos por medio del ejemplo, compartiendo y enseñando a otros acerca de nuestro Señor. En Colosenses 1:28, Pablo dice:A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él”.  Esto afirma cuan imperativo es para nosotros hablar de Cristo y ayudar a los nuevos discípulos a crecer y madurar en la fe. En la plantación de iglesias no nos conformamos con que haya buena asistencia los servicios del domingo. Como Pablo, debemos luchar contra la cultura del mundo y esforzarnos para obtener una mayor recompensa. Hacer discípulos maduros requiere un compromiso con la calidad y la atención, lo cual puede generar crecimiento numérico a través de la multiplicación, pero no instantáneamente.  Una iglesia con discípulos maduros siempre tendrá buenos líderes, pero un iglesia con discípulos inmaduros tendrá problemas constantemente. A menudo, debemos preguntarnos lo siguiente:  

Como líderes, ¿qué clase de discípulos estamos haciendo dentro de la comunidad que queremos alcanzar? 

  • ¿Cuánto tiempo de oración y crecimiento en el Señor estamos invirtiendo con potenciales líderes (hombres y mujeres)?
  • ¿Quiénes son los nuevos discípulos de la iglesia que has plantado y cómo están ellos empezando a discipular a otros (familiares, amigos, etc.)?  
  • ¿Cómo sabremos cuando un nuevo creyente ha madurado y está creciendo en la fe?  

A medida que ocurre el seguimiento y el crecimiento de los hombres y mujeres, ellos necesitan pertenecer a una comunidad de fe, para la gloria de Dios.  Hebreos 10:24-25 nos exhorta a reunirnos regularmente como iglesia local para adorar, recibir la Palabra, orar, tener compañerismo, y celebrar el bautismo y la Cena del Señor  (Hechos. 2:42-47).  El creyente necesita servir a otros, los hermanos necesitan amarse unos a otros usando sus dones para edificación de todo el cuerpo.  Nos da ánimo asistir a un servicio grande para escuchar la predicación y adorar, pero esa no es la única parte vital de la iglesia local.  Hay muchas otras cosas que podemos hacer diariamente en lugares distintos, por ejemplo: orar unos por otros, animarnos unos a otros, comunicar el Evangelio y cumplir nuestra misión en el mundo. Cristo les ordenó a sus discípulos:Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros.

Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”.

El Gran Mandamiento ha de vivirse dentro del cuerpo, no solo durante una hora los domingos. 

Si cumplimos el compromiso de vivir juntos nuestra fe todos los días, la gente a nuestro alrededor verá y escuchará el Evangelio. No es necesario un gran edificio para tener una reunión de iglesia local auténticamente bíblica. La iglesia también puede reunirse en un restaurante o en la sala de una casa.  El discipulado y el verdadero compañerismo puede ocurrir en grupos pequeños, pero no exclusivamente. Durante el último año de escuela secundaria de mi hijo, me reuní con él en un restaurant a desayunar y allí yo lo discipulaba. Todas las semanas, anotaba en una servilleta los conceptos bíblicos clave del discipulado. Esta fue una manera especial de comunicarle los principios básicos de la vida y la fe. ¿Está ocurriendo el discipulado en nuestra plantación? A menudo, debemos preguntarnos lo siguiente:

¿Cuántos hombres y mujeres están discipulando personalmente a otros en nuestra comunidad?

¿Qué temas concernientes al discipulado están cubriendo cuando se reúnen?  

¿Cómo crecerán los líderes más allá de las verdades básicas de la vida cristiana?  

¿Cómo podemos integrar las relaciones de discipulado a nuestros grupos pequeños, escuela dominical ministerios, etc. ? 

¿Dé donde saldrá la próxima generación de discípulos?

La reproducción es parte natural del discipulado y la plantación de iglesias saludables y maduros.  Jesús habló de crecimiento en Juan 15, al decir: “Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos” (Juan 15:8).  Muchas veces, el objetivo al plantar una iglesia es llegar al punto en que ésta se sostenga a sí misma.  Para nosotros, la mejor manera de plantar una iglesia es que ésta se reproduzca a sí misma. Es más saludable y más viable empezar a hacer esto desde el principio.  Las iglesias plantan iglesias. Algunas iglesias han existido por años y nunca se han reproducido.  Oramos para que tú puedas, al menos, hacer discípulos que sean enviados a servir a nuestro Señor en otras ciudades y lugares. Cuando una iglesia nueva o ya establecida tiene la visión de reproducirse, empezará a pensar, buscar, y orar a fin de llevar el Evangelio a lugares que están en tinieblas, tanto localmente como alrededor del mundo.  A menudo, debemos preguntarnos lo siguiente:

¿Está presente la visión de reproducción en todos los ministerios de nuestra iglesia?  

¿A quiénes de nuestra iglesia llamará dios para plantar en el futuro?  

¿Cómo podemos llevar a cabo la reproducción saludable de discípulos, líderes, y misioneros?  

¿Cuándo planeamos reproducirnos y plantar una nueva iglesia?  

El éxito de la plantación de iglesias no es un enigma, sino un acto de obediencia que se traduce en nuevos creyentes, nuevos discípulos, nuevos líderes, nuevos ministerios, nuevos grupos, y nuevas congregaciones que viven la Palabra y hacen discípulos de todas las naciones. La calidad está motivada por el Evangelio y la cantidad está motivada por el Reino. A veces, seguir ese camino es difícil, pero vale la pena evangelizar, discipular y reunir a creyentes que viven el llamado de Dios de constituirse en iglesia local de Jesucristo.